lunes, 7 de marzo de 2016

El Evangelio de Judas ¿Hallazgo histórico o revolución religiosa?


 




Noches Vaticanas 

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Unas semanas después de que la noticia de la aparición de un nuevo evangelio atribuido a Judas Iscariote, tuve la fortuna de asistir como conferenciante al XXXV Incontro di Studiosi dell¿Antichità Cristiana en Roma ¿Qué mejor lugar para plantearse la cuestión? Tras el primer día, el Instituto Augustinianum, junto a la Plaza de San Pedro, nos obsequió con una cena en los jardines de su institución. Sobre la colina de Gianiccolo con la cúpula de Bermini iluminada al fondo, el aroma a hierba recién cortada y el rumor de las hojas de los árboles nos dispusimos a cenar. Nuestra mesa contaba con algunas de las mentes que definirían el parecer del resto del mundo sobre el Evangelio de Judas. El afable argentino Francisco García Bazán, traductor al español de los textos de Nag Hammadi y experto mundial en gnosticismo, afirmó que era un texto importante, que arrojaba mucha luz sobre aspectos desconocidos del gnosticismo mientras su agradable esposa asentía las afirmaciones de su marido. Para el simpático Ramón Teja, uno de los mayores expertos en historia de la Iglesia, el texto era un hallazgo histórico destacable que no traería ninguna consecuencia para la ideología oficial de la Iglesia. Con nosotros cenaba el obispo copto de Asuán y uno de sus monjes. Ataviados con un habito negro y el llamativo gorro, representando las doce cruces de los apóstoles y la de Cristo, no pasaban desapercibidos ni en la multicultural Roma. Su opinión me parecía destacable en este asunto, pero la comida italiana había cautivado a nuestros egipcios. El joven monje sólo dejo de comer en dos ocasiones. Cuando una miga de pizza aparcó en el santo bigote de su maestro y paralizado la observó hasta que nuestro obispo captó el significado de aquel gesto y se deshizo de la osada miga. Y poco después, cuando un estridente sonido nos alertó a todos y el joven sacó de sus hábitos un teléfono móvil de última generación. A Alguno le pareció que sería un anuncio excepcional para cualquier marca. Tras la carcajada general, la conversación retomó su curso cuando el profesor de copto del Instituto nos dijo que él se interesaba únicamente en el aspecto filológico. García Bazán nos informó de que ya había realizado la traducción y que aparecería en unas semanas en España ( El Evangelio de Judas , Trotta, 2006 ([Agradezco en este punto la disposición de Librería Galatea en facilitarme los textos para este artículo]). La conversación siguió con las aportaciones de todos mientras la noche refrescaba, unos suecos que teníamos al lado asentían sonriendo a pesar del desconocimiento de la lengua y los monjes coptos daban buena cuenta de las últimas lonchas de prosciutto.  

Un descubrimiento sin látigo ni sombrero 

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Jebel Qarara (Egipto)

Una vez más, no fue una vida dedicada al estudio, ni una concienzuda investigación, ni un relato plagado de aventuras en el desierto, lo que llevó al descubrimiento. Sino el azar, la medida de nuestra ignorancia, el que condujo a un sorprendente hallazgo, aunque con unos comienzos un tanto delictivos. El relato del descubrimiento y los diferentes avatares del Códice Chacos han sido relatados cuidadosamente por Herb Crosney en El Evangelio Perdido (Editorial National Geographic, 2006), por lo que aquí daremos solamente una resumida cuenta de ellos. Fue en una cata clandestina en busca de antigüedades en torno a 1978 en el Egipto Medio donde se descubrió el códice. Más concretamente, en Jebel Qarara en la orilla derecha del Nilo, junto a la población de Ambar y a sesenta kilómetros al norte de El-Minya. Los ladrones vendieron el Códice a uno de tantos marchantes de arte de El Cairo. En este caso se llamaba Hanna y vivía en Heliópolis, un bario del nordeste. El apartamento de Hanna, repleto de valiosos objetos fue saqueado poco tiempo después, desapareciendo el texto copto. En los años siguientes, muchos de los objetos robados salieron a la luz en subastas europeas y el anticuario egipcio decidió viajar a Ginebra para recuperar alguno de sus antiguos tesoros. Con ayuda de un comerciante griego amigo suyo, recuperó el Códice en 1982. Con anterioridad, Hanna ya había consultado a especialistas sobre el valor del Códice y se convenció de que tenía entre manos un gran negocio, por lo que tasó el objeto en un precio excesivamente alto que impidió su compra durante largo tiempo. Una institución californiana se interesó vivamente por él pero no contaba con el dinero suficiente. Hanna alquiló entonces una caja de seguridad en un Citibank de Hicksville (Nueva York), donde lo depositó a pesar de un entorno poco adecuado a su conservación. Allí se mantuvo hasta que Frieda Nussberger-Tchacos lo adquiriera en abril del 2000. Posteriormente lo depositó en la Biblioteca Beinecke de la Universidad de Yale. Tras confirmar su valor, Frieda lo vendió en septiembre de 2000 a un desafortunado anticuario estadounidense llamado Bruce Ferrini. quien en un alarde de estupidez hortícola (por la inconfundible similitud entre el papiro y la lechuga sic. ) o por una inconfesable revelación mesmérica, decidió congelar el papiro para su «mejor» conservación. Tras un largo proceso de erosión, roturas, cambios de temperatura y descuidado transporte y manejo, la congelación lesionó el manuscrito de forma irreparable. Nadie puede eludir la estupidez humana, ni siquiera un documento único en el mundo. Como dirían los gnósticos, el desconocimiento, o la estulticia, es el mayor mal de la humanidad. La destrucción de la sabia que mantenía unidas las fibras del papiro hizo que este fuera extremadamente quebradizo y la evaporación del líquido de las fibras hizo que en su proceso de salida a la superficie los líquidos arrastrasen los pigmentos del interior oscureciendo algunas zonas hasta hacerlas casi ilegibles. La imposibilidad de cumplir con el acuerdo económico al que había llegado con Frieda Nussberger hizo que el códice le fuera devuelto a su anterior dueña. La Fundación Mecenas de Arte Antiguo compró el Códice en el que se incluía el Evangelio de Judas en febrero de 2001. Con la finalidad de restaurarlo, traducirlo y editarlo, para posteriormente devolverlo a Egipto al Museo Copto de El Cairo. Por su parte, Nacional Geographic Society y el Instituto Wait de Hallazgos Históricos, colaboran económicamente en los trabajos de restauración que lleva a cabo Florence Darbre. Adquiriendo la segunda los derechos de edición y difusión del texto copto en el que han trabajado varios especialistas encabezados por el coptista Rodolphe Passer. Sus estudios han dado como fruto el libro El Evangelio de Judas ( National Geographic , 2006). En él se publica por primera vez la traducción del evangelio y varios ensayos que ayudan a su mejor comprensión. Se proyectó para finales de 2006 la edición del texto original copto junto con fotografías a tamaño real de todas las páginas y fragmentos del Códice.


El copto, el idioma del Evangelio 

El copto es un idioma híbrido que surge tras la unión del neoegipcio jeroglífico y el alfabeto griego. Incorporándose siete signos procedentes de la escritura demótica, variante cursiva del jeroglífico utilizada para la escritura en papiros, para fonemas egipcios que no poseía el griego. La abundancia de términos griegos e importados, junto a la ortografía y la escritura diferencian en gran medida el copto del neoegipcio-demótico. No constituye una lengua unitaria, sino que se encuentra dividida en varios dialectos. El akhímico fue la lengua del Alto Egipto y evolucionó hacia el sahídico, dialecto de la región de Tebas. El bohaírico originario en sus comienzos del oeste del Delta del Nilo, y se convertirá en el lenguaje literario de todo el país en el siglo XI. Durante los siglos III y IV de nuestra era y el triunfo del cristianismo, desplaza al demótico y supera la dominación árabe llegando activo hasta el siglo XVIII como lengua del Egipto cristiano. En el siglo XI se data el último texto conocido de contenido no litúrgico. En copto se encuentran gran número de textos cristianos. Destacando el descubrimiento de 1945 en las cercanías de Nag Hammadi, localidad del Alto Egipto, de la mayor biblioteca de la Antigüedad de textos gnósticos y cristianos descubierta hasta el momento (52 códices), sin olvidar el hallazgo en 1947 de los Rollos del Mar Muerto. El texto del Evangelio de Judas que ha llegado a nosotros se encuentra escrito en copto, concretamente en forma de copto sahídico propia del Egipto Medio, también llamado copto del sur. Datos que confirman sus posible hallazgo en esta zona. Pero todos los datos gramaticales e históricos apuntan a que fue originalmente escrito en griego en torno a mediados del siglo II. Dado que el padre de la Iglesia y obispo, Ireneo de Lyon lo menciona en su obra contra las herejías cristianas Adversus Haereses (31,1), redactada en el año 180, el Evangelio debe de ser anterior a esta fecha. Otros padres de la Iglesia nos mencionan la existencia del Evangelio y de los cainitas, el grupo religioso gnóstico al que se adscribe. Pseudo Tertuliano en Adversus omnes haereses (2) y Epifanio de Salamina en su Panarion (H 38) también nos han dejado noticias de este grupo en sus disputas en su contra. La copia descubierta que en estos días se pone a la luz por primera vez data con casi toda certeza del siglo IV. Es muy probable que su poseedor o poseedores la tuvieran escondida, ya que en aquellos momentos se tachaba de herejía el contenido del Evangelio. 

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Códice Chacos


El Códice Tchacos 

El códice copto en el que fue hallado el Evangelio de Judas consta de aproximadamente 66 páginas, foliado en su parte superior, contiene tres textos más. La Carta de Pedro a Felipe se encuentra en las páginas 1 a 9. El texto ya era conocido por el tercer libro del Códice VIII de la Biblioteca de Nag Hammadi. El texto titulado Santiago se encuentra a continuación, entre las páginas 10 a 32. Como en el caso anterior, conocíamos el texto por la Biblioteca de Nag Hammadi, el tercer libro del Códice V. El título en este caso es Primera Revelación de Santiago , pero los dos contienen el mismo texto con ligeras variantes. El Evangelio de Judas se encuentra entre las páginas 33 a 58. No es éste el único texto que ha visto la luz por primera vez en época moderna. Entre las páginas 59 y 66 se encuentra muy dañado, perdiendo incluso su título original. Se denomina Libro de Alógenes , por su protagonista, un personaje conocido por el tercer libro del Códice XI de Nag Hammadi. La denominación actual del Códice se debe a una de sus antiguas poseedoras, Frieda Nussberger-Tchacos, como es tradición en este tipo de hallazgos.

Cristianismos perdidos

Los primeros siglos de nuestra era se pueden caracterizar religiosamente por una búsqueda de nuevos caminos y sentidos para el individuo. La religiosidad tradicional de Occidente entra en una continua decadencia y los hombres se afanan en buscar nuevas creencias que llenen el vacío dejado. Proliferan así un gran numero de sectas, muchas de ellas provenientes del Próximo Oriente. El cristianismo es una religión oriental adoptada por Occidente. En estos primeros siglos, el cristianismo se encuentra en el proceso de unificar y definir su identidad dentro de su diversidad religiosa. El cristianismo que ha llegado a nosotros no fue el único posible. Durante años existieron cristianos ebonitas, marcionitas, valentinianos, ofitas y gnósticos, entre otros, existiendo a su vez divergencias dentro de ellos. El intento de unificación del cristianismo fue guiado en un mayor número de ocasiones por cuestiones políticas e históricas que por religiosas. Una ley universal afirma que la historia la escriben los vencedores, y ésta no fue la excepción a la regla. Un cristianismo se convirtió en ortodoxo (opinión correcta) y el resto en heréticos (herejía significa «elección». Siendo los herejes los que han elegido erróneamente).  

Evangelios apócrifos

«La Iglesia tiene cuatro evangelios, pero los herejes tienen muchos» afirmaba Orígenes de Alejandría en la primera mitad del siglo III. En el camino por la estandarización, hubo que definir cuales serían los textos a seguir dentro del cristianismo «ortodoxo». Fue Ireneo de Lyon el que indicó a los de Mateo, Marcos, Lucas y Juan como los evangelios a leer por la Iglesia que se convertiría en «oficial». El obispo alejandrino Atanasio concretó en el 367 los 27 textos de la que hoy conocemos como el Nuevo Testamento. El resto de evangelios, algunos casi tan antiguos como los canónicos, como el de Tomás, Felipe o María Magdalena, quedaron en el olvido. Cuando el emperador Constantino legaliza y agasaja el cristianismo oficial y organizado, al resto se les prohíbe finalmente sus reuniones. Quedando desligados de las manos del poder que llevarán a la Iglesia hasta la actualidad. Los evangelios apócrifos nos ofrecen en muchas ocasiones visiones alternativas del cristianismo y en especial de la figura de Jesús, constituyendo documentos de gran importancia para la historia. El Evangelio de Judas se une a la larga lista de ellos.  

El Gnosticismo

Durante muchos años, el conocimiento que se poseía sobre el gnosticismo se debía a uno de los hombres que más férreamente luchó contra él: Ireneo de Lyon, obispo en el siglo II de la antigua Lugdunum. Tras los descubrimientos de Nag Hammadi, los especialistas han precisado las opiniones de su adversario. Como ocurre con el cristianismo, el judaísmo y otras religiones actuales, existen en ellas varias corrientes de interpretación y pensamiento. No obstante todas se reconocen pertenecientes a un tronco común. Como ocurre con el cristianismo católico, protestante u ortodoxo. Del mismo modo, el gnosticismo, característico de los cuatro primeros siglos de nuestra era, se ramificó en un gran número de corrientes religiosas. No perdiendo una serie de características que le otorgaban una identidad propia. Existía gnósticos cristianos y otros que no lo eran. El término gnosticismo proviene de la palabra griega gnosij «conocimiento». Son por tanto gnósticos, los que han alcanzado el conocimiento. No siendo este un conocimiento cualquiera, sino aquel que conduce a la salvación. Se trata de un conocimiento de la verdad interior que yace en cada individuo que nos conducirá a responder a las grandes preguntas del ser, el origen y la finalidad del ser humano para entrar en contacto con el verdadero Dios. Responder a las cuestiones que se planteaba aquella famosa canción que rezaba ¿Quiénes somos, de dónde venimos, donde vamos?... Para los gnósticos cristianos, Cristo había venido a revelar esos conocimientos a sus elegidos. En la teología gnóstica, el dios que creó este mundo es una divinidad secundaria. Sino ¿porqué iba a ser tan imperfecto? La deidad suprema, indefinible, inmaterial y ajena a este mundo, concibió una serie de seres espirituales o emanaciones llamadas eones. En un catastrófico acontecimiento, uno de los eones cayó fuera del inicial reino celestial. Concibiendo a su vez otros eones que se desarrollaron fuera de la esfera del dios supremo. Fueron estas divinidades menores las que crearon nuestro mundo material con objeto de conservar la esencia divina que aun poseían dentro de algunos humanos. Estas almas inmortales necesitan escapar de este mundo material y mezquino para volver a la esfera divina que les es propia. El Evangelio de Judas es un texto de carácter gnóstico, dado que en él se relatan aspectos propios de este movimiento religioso, como la impureza del cuerpo y de lo material, cosmogonías, eones, esferas y la migración de las almas elegidas a estrellas. Podemos encuadrar el texto en un gnosticismo cainita, la denominación que da Ireneo a los defensores de la figura de Judas y lectores de su evangelio. O dado que el nombre de Caín no aparece en todo el texto, definirlo como sético. Ya que se alaba a Set, el tercer hijo de Adán y Eva, y a su descendencia. Afirmando que Jesús es una manifestación de Set en este mundo.

 

Judas Iscariote, el de Queriyyot Jesrón, una de las ciudades de Judá, era el tesorero del grupo de seguidores de Jesús. Esto ha sido motivo de especulación sobre la avaricia de Judas. Como cuando en Betania protesta por el excesivo precio del bálsamo que utiliza María para ungir a Jesús (Juan 12, 1-8). Donde también se dice que robaba de la bolsa común. pero también es una muestra de la confianza que tenían los doce y Jesús en él. Para otros, Judas es un símbolo del judaísmo en su traición al Mesías. A cambio de treinta monedas, Judas le dio el más famoso y agrio beso de la historia. Tras lo cual, arrepentido hasta el paroxismo, se ahorcó según Mateo o se abrió el vientre siguiendo a los Hechos de los apóstoles. El arquetipo del traidor que ha desarrollado Occidente en torno a la figura de Judas ha calado tan profundamente en nuestras mentes que será imposible erradicarlo. Gran número de autores y obras se han centrado en su figura. Jorge Luis Borges en sus Tres versiones de Judas , Mijail Bulgakov en El maestro y Margarita , Marcel Pagnol en la obra de teatro Judas . Incluso Bob Dylan pronosticó en su tema With God on our side la cuestión que hoy se plantea todo el mundo «Tendrás que decidir, si Judas Iscariote, tenía a Dios de su parte». La revelación más destacable del Evangelio es la afirmación de que Judas no traicionó a Jesús, sino que obró por mandato suyo. Siendo el más aventajado de sus discípulos, el único que le había entendido plenamente. El encargado de liberar a Jesús de su cuerpo material. «Pero tú superaras a todos ellos, porque tú sacrificaras el cuerpo en el que vivo» se afirma en las primeras líneas del papiro foliado con el número 56.  

La risa del Mesías

En el Evangelio de Judas, se nos muestra curiosamente el lado gracioso y simpático de Jesús. Que si se representan vivamente en los evangelios apócrifos Mientras que en otros textos cristianos se nos muestra al Mesías libre de las emociones de la banalidad humana. En varias ocasiones Jesús se ríe, incluso tendiendo a la hilaridad, de la ignorancia de sus discípulos y de la futilidad de las preocupaciones materiales y típicamente humanas.

Anochecer en San Pietro 

Caminando por primera vez por la Via della Conciliazione para encontrarme con la sede de la cristiandad no me sentí abrumado por su belleza ni magnificencia. Pero quedé sobrecogido por su imagen de solidez y perdurabilidad que ofrecía el lugar. Recordando este hecho concluí que ningún evangelio desconocido removería los pilares de la Iglesia. El descubrimiento del Evangelio de Judas no hubiese sido portada de periódicos si no hubiese existido la sociedad actual como voraz caldo de cultivo para misterios del cristianismo y la historia. Pocos son los que sienten que el único misterio es el propio conocimiento. Que es allí donde reside el placer. 

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