martes, 23 de febrero de 2016

Capote y España

El ser humano posee una memoria endeble y perezosa, por lo que necesita de aniversarios y acontecimientos festivos varios que le rememoren grandes hazañas y personajes. El año pasado revivimos al inmortal Cervantes y en este 2006, con la consabida experiencia económica de algunos, harán de Mozart un conocido músico. Bien sabido es que hasta lo más hermoso, visto muchas veces, acaba siendo banal. El único fin positivo que observo en el comercio con la cultura es que quizá así llegue a convertirse en un consumo de masas, como los teléfonos móviles. Lejos de esta ensoñación, el deseo de conocimiento siempre será patrimonio de unos pocos, mientras el resto están encargados del desprecio del mismo. Pero al menos a alguien puede seducir. Nunca antes el saber había sido tan accesible como en la actualidad, pero es verdad que en pocas épocas fue tan despreciado como en esta. Hoy el recuerdo nos lo acerca una película y dos libros. Pero primordialmente la primera. Capote ha devuelto a la palestra a uno de los mejores escritores del siglo XX. Lillie Mae Faulk, la madre de Truman Capote y otrora Miss Alabama, se casó en segundas nupcias en 1932 con un próspero industrial textil cubano de origen hispano, Joseph García Capote. Los Capote eran originarios de la isla de Las Palmas de Gran Canaria. Su apellido deriva del francés Capeto, probablemente traído por un general que arribó en la isla. Uno de los primeros médicos que ejerció como tal en la región era de la familia. El padre de Joe Capote fue un coronel del ejército español que fue enviado a Cuba en 1894 para luchar en la guerra. Participó en la batalla de la loma de San Juan contra los llamados Rouge Riders americanos del presidente Roosevelt. Tras el final del conflicto regresó a España y se casó en Barcelona, para luego volver a la isla caribeña y asentarse como terrateniente y dedicarse al cultivo de tabaco, como todavía hoy algunos de sus descendientes. Los Capote tuvieron tres hijos, de los que Joe era el mayor. Realizó sus estudios en la Universidad de la Habana y en 1924, con veinticuatro años, viajó a Nueva Orleáns en busca de trabajo. Fue en el vestíbulo del Hotel Monteleone, un año después, donde vio por primera vez a la madre de Truman. Su tez morena, el pelo moreno peinado hacia atrás, gafas y un cuerpo algo rollizo, no hacían de Joe Capote un hombre especialmente atractivo físicamente. Pero poseía otras cualidades, como una extrema pulcritud (se duchaba y cambiaba de ropa interior varias veces al día), elegancia en el vestir, vitalidad y predisposición para la diversión. Factores que agradaban a Lillie Mae. En busca de la ansiada prosperidad económica, Joe se fue a Nueva York donde trabajó como oficinista, mientras por las noches estudiaba contabilidad y administración en la universidad. En 1931 era jefe administrativo de Taylor, Clapp y Beall, una importante empresa de representaciones textiles y contaba con unos cuantiosos ingresos. Tras su divorcio de su primer marido, Arch Pearsons, el padre de Truman, Lillie Mae se casó con Joe en 1932. Truman dejó a sus tías en Monroeville y se mudó con ellos a Brooklyn. 



Nuevo padre 


Después de algún que otro altercado legal, el 14 de febrero de 1935, cuando tenía diez años, Joe pasó a ser oficialmente su padre y su nombre cambió de Truman Streckfus Persons a Truman García Capote, el nombre con el que llegaría al Parnaso. A diferencia del despreocupado estafador de poca monta que tenía por padre biológico, Joe fue muy cariñoso y comprensivo con Truman, llevándole a buenos colegios y apoyándole incluso cuando su madre no lo hacía. Como en su manifiesta homosexualidad. Posiblemente de él adquirió la costumbre de incluir en sus frases y textos palabras en castellano. Con los ingresos de Joe, la madre de Truman alcanzó el estatus social que deseaba como provinciana. Ropa a la última, fiestas, vacaciones¿ la mundana Miss Alabama se había metamorfoseado de tal manera, que llegó a cambiar su nombre por el de Nina. Tras un decepcionante paso por los estudios, Capote trabajó de currito en la sección de ilustración de The New Yorker, donde fueron rechazados todos sus relatos. En 1944, decidió dedicarse íntegramente a la tarea de ser escritor y concluir una novela que había iniciado, Summer Crossing. Para ello, se alejó del bullicio neoyorquino, de las fiestas en el apartamento familiar en Riverside Drive de Manhattan y del creciente alcoholismo de su madre. Volvió a Alabama, a Monroeville, en compañía de su tía Sook y de su gran amiga Nell Harper Lee. La novela trataba de las vicisitudes amorosas y vitales de una chica bien de la Quinta Avenida en un verano en el que sus padres se van de crucero. Poseído por el aroma sureño, dejó Crucero de verano y se dedicó a Otras voces, otros ámbitos, su primera novela. Nunca concluyó su idea inicial, pero recientemente fue hallado el manuscrito en el sótano su adorada casa, pintada en su época de un chillón amarillo, en el 70 de Willow Sreet, en Brooklyn Heights, que le había alquilado su amigo Oliver Smith. El hallazgo consta de cuatro cuadernos escolares y setenta y dos textos complementarios en hojas aparte. Fue subastado, y adquirido por la Public Library de Nueva York. Ya ha sido publicado en EE.UU. y apareció en nuestras librerías el 24 de febrero de la mano de la editorial Anagrama, dándonos a conocer las inéditas palabras de un jovencísimo Capote y los intereses sociales que le acompañarán a lo largo de toda su vida. La esperada novela del considerado «primer novelista inédito americano», tras su primer logro con el relato Miriam, obtuvo un gran éxito. Otras voces, otros ámbitos, marcada por un fuerte carácter autobiográfico, fue publicada por Random House en 1948 con una polémica contraportada que le haría famoso a él y al libro. Con los ingresos, Truman y su pareja Jack Dunphy, otro escritor, se embarcaron en el Queen Mary camino de Europa en busca de nuevas emociones y renovadas palabras. Tras el frío parisiense, hallaron sol y tranquilidad en Italia. Venecia, Roma, la isla Ischia (donde retomó Crucero de Verano para dejarlo definitivamente) y Taormina en Sicilia, fueron lugares en el que la mágica luz del Mediterráneo sedujo a Capote, y que describe con esa naturalidad envolvente en Color local . Una biografía geográfica incluida posteriormente con Cantan las Musas y otros artículos en Los perros ladran. En esta obra, escribe su único texto publicado dedicado a sus vivencias en España. Instados por unos amigos, decidieron dejar su residencia en Ischia e ir a trabajar el verano y el otoño a Tánger. Destino de amigos como Cecil Beaton o Jane y Paul Bowles, con quienes estuvieron allí. A principios de julio de 1950, Truman y Jack cruzaron en tren España camino de Gibraltar. Con 25 años escribió Un viaje por España. Un breve relato que narra las aventuras de su viaje entre Granada y Algeciras. Con cierto parecido con la atmósfera de su anterior relato Un árbol de noche , pero con mayor humor, Truman se detiene en la mayor parte de los tópicos hispanos, no carentes de verdad.



Los bandidos españoles


Como la belleza del paisaje, la exquisitez de los manjares, la siesta, el desconocimiento de la prisa o la proliferación de la «soldadesca». Sin olvidar uno de nuestros personajes más aguerrido, el bandolero. Por lo visto no necesitó de una serie televisiva para mitificarlo. Otros compatriotas le habían contado a Truman las fechorías de los bandidos españoles, y tras oír un disparo, grito con aquella voz tan peculiar ¡bandidos, bandidos¿! Asustando a todos los pasajeros. Al final todo quedó en un pequeño incidente que se solucionó con una camisa de Truman y dos botellas de vino, con destacada importancia de las segundas. Llegaron a Tánger el 2 de julio. Escribió el relato con uno de sus lapiceros Black Wing en cuestión de horas y por ello lo apreciaba. Porque Truman afirmaba que sufría mucho cuando escribía, incrementándose esta sensación con A sangre fría. El incidente también lo relata en una de sus cartas al fotógrafo Cecil Beaton apostillando: es un país precioso. Editado por el autor de su más completa biografía (reeditada recientemente por Ediciones B), Gerald Clark, se publica próximamente en España correspondencia completa de Capote, titulada Un placer fugaz . Bajo los auspicios de la Lumen, podemos realizar un paseo íntimo por la vida del escritor en cuatro etapas y con un título inmejorablemente descriptivo: 1924-1948. Los años exuberantes: un Merlín en Alabama y un Puck en Nueva York; 1949-1959. Los años de aventura: recorriendo el mundo; 1959-1966. Cuatro asesinatos y un baile en blanco y negro; 1966-1984. Plegarias: atendidas y desatendidas. Los asesinatos de una familia de acomodados campesinos, los Clutter, en Holcomb (Kansas) en noviembre de 1959 marcaron, a pesar de la distancia, la vida del, por entonces, neoyorquino Truman. Se desplazó al pueblo a recoger información con su amiga de Monroeville, Nell Harper Lee, que por entonces había terminado su primera y última novela, Matar a un ruiseñor (reeditada este año, para satisfacción de los lectores, por Byblos). Con ella obtendría el Premio Pulitzer en 1961. Sería llevada al cine un año después con Gregory Peck, obteniendo dos Oscars. La idea inicial de un artículo breve para The New Yorker , pronto quedó relegada por el cariz que tomaban los datos tomados en el condado de Finney. La psicosis colectiva de un pueblo hasta la fecha tranquilo y, sobre todo, la captura de los asesinos y la especial relación que comenzó a mantener Truman con uno de ellos, Perry Smith, hicieron que el tema tomara una dimensión trascendental. La vida de Perry y la del propio Truman tenían importantes similitudes. Su baja estatura, los diferentes hogares en la infancia, la ausencia del cariño paterno y las vejaciones infantiles. Los dos habían tenido una madre alcohólica. Nina, la de Truman, se había suicidado con una sobredosis de Seconal en 1954 por miedo a la pérdida de su situación social tras un descenso en sus ingresos. Mientras que la de Perry, una india cherokee llamada Flo, se había ahogado en su propio vómito. Tras la condena a muerte el 29 de marzo de 1960, Nell y Truman dejaron el Hotel Warren, su hogar durante meses, y volvieron a sus casas. Habían gastado meses de sus vidas y ocho mil dólares en una experiencia que cambiaría sus vidas. Entusiasmado con las posibilidades literarias que en sus manos podían tener cuatro asesinatos en un pueblo perdido de Kansas e intuyendo la concentración que ordenar la ingente cantidad de información que habían recavado, se alejó de las fiestas neoyorquinas. Como había hecho en otras ocasiones, buscó su refugio en Europa. Una vez más, Truman y Jack tomaron el Queen Mary , ya que viajaban con animales de compañía que no se permitían en el avión. Desembarcaron en Le Havre a finales de abril de 1960. Con un coche alquilado rebosante de maletas y animales, cruzaron la frontera y llegaron a España. Eligieron como lugar de retiro para escribir el libro, Truman pensaba que le llevaría un año, el por entonces tranquilo pueblo pesquero de Palamós. Iluminado como antaño por las luces del Mediterráneo, se imbuyó en el mar de notas que se había traído de Holcomb (cuatro mil páginas mecanografiadas) y se centró en la ardua tarea de poner por escrito aquella tragedia digna de Eurípides. Pero el drama atendía a un devenir propio. Las ejecuciones se aplazaron en varias ocasiones y la novela «primera» de no ficción debía de esperar a la finalización de los hechos. Para no perderse ninguna noticia e incluso ampliar los datos que poseía, mantuvo una intensa correspondencia con los amigos que había dejado en la metodista Garden City, la capital del condado de Finney. La estancia en Kansas fue uno de los acontecimientos más importantes en la vida de Truman, cambiando su vida en muchos aspectos, la mayoría negativos.  



Pesadillas 


 Obsesionado por el incidente, en las tranquilas noches en la Costa Brava, eran recurrentes las pesadillas sobre los hechos acaecidos dos años antes a miles de kilómetros. Continuaría con estas pesadillas durante toda su vida, sobre todo después de asistir a las ejecuciones. La obsesión por el asesinato, los asesinos y la espera de acontecimientos le sumergieron para siempre en una espiral de alcohol y drogas. Como era su costumbre, trabajaba por la mañana y se divertía por la tarde. Fueron varios los amigos que se trasladaron en yate o por tierra a visitar a Truman en su retiro español, lo que molestaba enormemente a Jack, hombre solitario y de pocas palabras. Cecil Beaton llegó en mayo y le siguieron otros como el matrimonio Guinness, Gloria y Loel, o Noël Coward. Sólo salió de Palamós en junio para volar a Londres a visitar a un psiquiatra que le ayudase a penetrar en la cabeza de los asesinos. En junio cambiaron de residencia. Se trasladaron a una más espaciosa, con playa particular, un gran jardín y un chalé anexo. Contratando para el servicio a una cocinera, dos criadas y un jardinero. En octubre había escrito una cuarta parte de la obra, y dado que a Jack le encantaba esquiar, cogieron el coche y se trasladaron al pequeño pueblo suizo de Verbier. donde Patrick, el hijo de Loel Guinness, les había alquilado un pequeño apartamento. Dado que no podían utilizar el apartamento hasta Navidad, pasaron tres semanas en Munich, donde murió Bunky, el bulldog de Truman, que había vivido con ellos desde el rodaje en Italia de La burla del diablo en 1954, causándoles un gran dolor. Pero no sería la única pérdida en esos años, ya que posteriormente falleció Nelly, un terrierkerry que tenían desde 1950. Tras una estancia en Londres para la adaptación cinematográfica de Otra vuelta de tuerca , titulada The Innocents (Suspense, protagonizada por Deborah Kerr y Michael Redgrave), volvieron a Verbier en febrero e 1961 y se compraron una casa con lo ganado en la adaptación. Durante su estancia en Europa, pasaron la primavera y el verano en Palamós, y el otoño y el invierno en Verbier. Alterando esta rutina en enero de 1961, cuando Truman viajó a EE.UU. para entrevistarse con la hermana de Perry. Al llegar el segundo verano en Palamós decidieron cambiar y viajaron a Córcega. Pero el lugar les disgustó y volvieron a su antigua residencia catalana. Aquel verano de 1962, les visitó a mediados de julio Lee Radziwill, la hermana de Jackie Kennedy, gran amiga de Truman. A ella le siguió uno de los cisnes que Truman tanto adoraba, Babe Paley, con su marido Hill, y tras ellos Gloria Vanderbilt. En noviembre viajó a Londres para un almuerzo con la reina madre, de lo que alardearía durante toda la vida. A pesar de todo, Truman había trabajado más que nunca, levantándose a las tres o las cuatro de la mañana, y las tres cuartas partes de A sangre fría estaban terminadas a principios de 1963. Ahora sólo cabía esperar a las ejecuciones, y decidieron volver a Nueva York, a los bajos de la antigua casa de Brooklyn Heights. Truman había pasado parte de los transcendentales años de redacción de su más afamada novela en las costas españolas. 

Testigo de la ejecución 


La ansiosa espera por la publicación de A sangre fría concluyó el 14 de abril de 1965, cuando Truman asistió al ahorcamiento de los asesinos. Tras aparecer inicialmente por entregas entregas en The New Yorker, fue publicado finalmente en forma de libro en 1966. Haciendo a Truman rico y famoso hasta cotas insospechadas, pero a un alto precio. La novela fue llevada al cine en dos ocasiones en vida del autor y el 24 de febrero se ha estrenado una nueva versión dirigida por Bennett Miller. La interpretación de Philip Seymour Hoffman en el papel de Truman ha sido, con razón, ampliamente elogiada. La particular voz y los gestos del actor rememoran en algunos momentos al escritor. La relación de Capote con el cine fue intensa, pero de desigual fortuna. Obras suyas fueron llevadas al cine, la televisión y el teatro. Realizó también adaptaciones de obras y guiones. Realizó el guión de La sonrisa del diablo de John Huston con Bogart y el rodaje en Ravello (Italia) se convirtió en un gran jolgorio al que acudieron Orson Welles e Ingrid Bergman, entre otros. Humphrey solía llamarle Truman Caposy, por su amaneramiento, ya que posy significa ramo de flores. Se hizo acompañar durante toda su estancia de una urraca que le había regalado una sirvienta en Sicilia y que llamaba Lola. La adaptación de Desayuno en Tiffany s fue la que mejor suerte corrió. Truman siempre quiso que el personaje de Holly Golightly (que quería ir prácticamente a todas partes, sobre todo a Madrid), inspirado en muchos aspectos en su madre, lo representase su amiga Marilyn Monroe, con quien sin duda también guardaba ciertas similitudes. Pero al final recayó en la inolvidable Audrey Hepburn. La presencia española la puso Luis de Vilallonga en el papel del broncíneo José Ibarra-Jagear. Su deseo de notoriedad social, las fiestas en el Morocco y el Studio 54, o el apoteósico baile de blanco y negro en el Plaza, junto a sus excesos ensombrecieron en muchas ocasiones su labor literaria. Pero, hasta que el alcohol y las drogas no lo echaron a perder definitivamente, muchas de sus anécdotas de convirtieron en textos desenfadados que se devoran en una lectura ágil, plagada de carcajadas y de personajes famosos. La huida de Los Ángeles gracias a la cantante Pearl Bailey, disfrazado entre su t rouppe con un pantalón a lo Tony Manero y una camiseta que rezaba «Chupa, coño, no soples»; el oculto talento musical de Errol Flynn, que a Truman no sorprendió: Francamente, si no hubiera sido Errol Flynn, no creo que lo hubiese recordado; el «famoso» corredor de bolsa, de sesenta y cinco años, con gruesas gafas y gelatinoso como una medusa que hizo hervir a Marilyn Monroe¿ Podemos ver en estas anécdotas a ese espabilado niño sureño que describe su amiga Nell Harper Lee en Matar a un ruiseñor. Contaba historias increíbles mezclando realidad y ficción, a partes desiguales, para abrir la boca a todos sus amigos y conseguir ser el centro de atención. También nos confirma el hecho de que Capote no fue un intelectual sino un vividor y hábil conversador, que supo extraer de sus vivencias y las de otros material literario que, en principio, podrían parecer chismes de portera. Con la publicación de Côte Basque, un relato en el que destapaba las intimidades de sus amigos de jet , Truman descubrió que para ellos sólo era un entretenimiento. Lejos del glamour de antaño, ahora el Côte Basque es solamente un buen restaurante en la Calle 55 de Maniatan que tiene a honra estar enfrente de la elegante tienda de Manolo Blahnik. No fueron las incontables fiestas a las que asistió, ni los litros de whisky con tranquilizantes que tomó, ni su abierta homosexualidad, ni sus afamados amigos, los que han hecho a Truman Capote inolvidable. Ya ha habido otros más borrachos que duermen el dilatado sueño de la eternidad junto a Ozymandias. Fueron esas historias plasmadas en la más ágil de las prosas las que han hecho que perdure. Y los únicos depositarios de esa preciada herencia son sus lectores.

Publicado el 26/02/2006 
 http://www.diariodeleon.es/noticias/revista/truman-capote-espana_242532.html