El ser humano posee una memoria endeble y perezosa, por lo que necesita
de aniversarios y acontecimientos festivos varios que le rememoren
grandes hazañas y personajes. El año pasado revivimos al inmortal
Cervantes y en este 2006, con la consabida experiencia económica de
algunos, harán de Mozart un conocido músico. Bien sabido es que hasta lo
más hermoso, visto muchas veces, acaba siendo banal. El único fin
positivo que observo en el comercio con la cultura es que quizá así
llegue a convertirse en un consumo de masas, como los teléfonos móviles.
Lejos de esta ensoñación, el deseo de conocimiento siempre será
patrimonio de unos pocos, mientras el resto están encargados del
desprecio del mismo. Pero al menos a alguien puede seducir. Nunca antes
el saber había sido tan accesible como en la actualidad, pero es verdad
que en pocas épocas fue tan despreciado como en esta. Hoy el recuerdo
nos lo acerca una película y dos libros. Pero primordialmente la
primera. Capote ha devuelto a la palestra a uno de los mejores
escritores del siglo XX.
Lillie Mae Faulk, la madre de Truman Capote y otrora Miss Alabama, se
casó en segundas nupcias en 1932 con un próspero industrial textil
cubano de origen hispano, Joseph García Capote. Los Capote eran
originarios de la isla de Las Palmas de Gran Canaria. Su apellido deriva
del francés Capeto, probablemente traído por un general que arribó en
la isla. Uno de los primeros médicos que ejerció como tal en la región
era de la familia. El padre de Joe Capote fue un coronel del ejército
español que fue enviado a Cuba en 1894 para luchar en la guerra.
Participó en la batalla de la loma de San Juan contra los llamados Rouge
Riders americanos del presidente Roosevelt. Tras el final del conflicto
regresó a España y se casó en Barcelona, para luego volver a la isla
caribeña y asentarse como terrateniente y dedicarse al cultivo de
tabaco, como todavía hoy algunos de sus descendientes. Los Capote
tuvieron tres hijos, de los que Joe era el mayor. Realizó sus estudios
en la Universidad de la Habana y en 1924, con veinticuatro años, viajó a
Nueva Orleáns en busca de trabajo.
Fue en el vestíbulo del Hotel Monteleone, un año después, donde vio por
primera vez a la madre de Truman. Su tez morena, el pelo moreno peinado
hacia atrás, gafas y un cuerpo algo rollizo, no hacían de Joe Capote un
hombre especialmente atractivo físicamente. Pero poseía otras
cualidades, como una extrema pulcritud (se duchaba y cambiaba de ropa
interior varias veces al día), elegancia en el vestir, vitalidad y
predisposición para la diversión. Factores que agradaban a Lillie Mae.
En busca de la ansiada prosperidad económica, Joe se fue a Nueva York
donde trabajó como oficinista, mientras por las noches estudiaba
contabilidad y administración en la universidad. En 1931 era jefe
administrativo de Taylor, Clapp y Beall, una importante empresa de
representaciones textiles y contaba con unos cuantiosos ingresos. Tras
su divorcio de su primer marido, Arch Pearsons, el padre de Truman,
Lillie Mae se casó con Joe en 1932. Truman dejó a sus tías en
Monroeville y se mudó con ellos a Brooklyn.
Nuevo padre
Después de algún que otro altercado legal, el 14 de febrero de 1935,
cuando tenía diez años, Joe pasó a ser oficialmente su padre y su nombre
cambió de Truman Streckfus Persons a Truman García Capote, el nombre
con el que llegaría al Parnaso. A diferencia del despreocupado estafador
de poca monta que tenía por padre biológico, Joe fue muy cariñoso y
comprensivo con Truman, llevándole a buenos colegios y apoyándole
incluso cuando su madre no lo hacía. Como en su manifiesta
homosexualidad. Posiblemente de él adquirió la costumbre de incluir en
sus frases y textos palabras en castellano. Con los ingresos de Joe, la
madre de Truman alcanzó el estatus social que deseaba como provinciana.
Ropa a la última, fiestas, vacaciones¿ la mundana Miss Alabama se había
metamorfoseado de tal manera, que llegó a cambiar su nombre por el de
Nina. Tras un decepcionante paso por los estudios, Capote trabajó de
currito en la sección de ilustración de The New Yorker, donde
fueron rechazados todos sus relatos. En 1944, decidió dedicarse
íntegramente a la tarea de ser escritor y concluir una novela que había
iniciado, Summer Crossing. Para ello, se alejó del bullicio
neoyorquino, de las fiestas en el apartamento familiar en Riverside
Drive de Manhattan y del creciente alcoholismo de su madre. Volvió a
Alabama, a Monroeville, en compañía de su tía Sook y de su gran amiga
Nell Harper Lee. La novela trataba de las vicisitudes amorosas y vitales
de una chica bien de la Quinta Avenida en un verano en el que sus
padres se van de crucero. Poseído por el aroma sureño, dejó Crucero de verano y se dedicó a Otras voces, otros ámbitos,
su primera novela. Nunca concluyó su idea inicial, pero recientemente
fue hallado el manuscrito en el sótano su adorada casa, pintada en su
época de un chillón amarillo, en el 70 de Willow Sreet, en Brooklyn
Heights, que le había alquilado su amigo Oliver Smith. El hallazgo
consta de cuatro cuadernos escolares y setenta y dos textos
complementarios en hojas aparte. Fue subastado, y adquirido por la
Public Library de Nueva York. Ya ha sido publicado en EE.UU. y apareció
en nuestras librerías el 24 de febrero de la mano de la editorial
Anagrama, dándonos a conocer las inéditas palabras de un jovencísimo
Capote y los intereses sociales que le acompañarán a lo largo de toda su
vida. La esperada novela del considerado «primer novelista inédito
americano», tras su primer logro con el relato Miriam, obtuvo un gran éxito. Otras voces, otros ámbitos,
marcada por un fuerte carácter autobiográfico, fue publicada por Random
House en 1948 con una polémica contraportada que le haría famoso a él y
al libro. Con los ingresos, Truman y su pareja Jack Dunphy, otro
escritor, se embarcaron en el Queen Mary camino de Europa en busca de
nuevas emociones y renovadas palabras. Tras el frío parisiense, hallaron
sol y tranquilidad en Italia. Venecia, Roma, la isla Ischia (donde
retomó Crucero de Verano para dejarlo definitivamente) y Taormina
en Sicilia, fueron lugares en el que la mágica luz del Mediterráneo
sedujo a Capote, y que describe con esa naturalidad envolvente en Color local . Una biografía geográfica incluida posteriormente con Cantan las Musas y otros artículos en Los perros ladran.
En esta obra, escribe su único texto publicado dedicado a sus vivencias
en España. Instados por unos amigos, decidieron dejar su residencia en
Ischia e ir a trabajar el verano y el otoño a Tánger. Destino de amigos
como Cecil Beaton o Jane y Paul Bowles, con quienes estuvieron allí. A
principios de julio de 1950, Truman y Jack cruzaron en tren España
camino de Gibraltar. Con 25 años escribió Un viaje por España. Un
breve relato que narra las aventuras de su viaje entre Granada y
Algeciras. Con cierto parecido con la atmósfera de su anterior relato Un árbol de noche , pero con mayor humor, Truman se detiene en la mayor parte de los tópicos hispanos, no carentes de verdad.
Los bandidos españoles
Como la belleza del paisaje, la exquisitez
de los manjares, la siesta, el desconocimiento de la prisa o la
proliferación de la «soldadesca». Sin olvidar uno de nuestros personajes
más aguerrido, el bandolero. Por lo visto no necesitó de una serie
televisiva para mitificarlo. Otros compatriotas le habían contado a
Truman las fechorías de los bandidos españoles, y tras oír un disparo,
grito con aquella voz tan peculiar ¡bandidos, bandidos¿! Asustando a
todos los pasajeros. Al final todo quedó en un pequeño incidente que se
solucionó con una camisa de Truman y dos botellas de vino, con destacada
importancia de las segundas. Llegaron a Tánger el 2 de julio. Escribió
el relato con uno de sus lapiceros Black Wing en cuestión de horas y por
ello lo apreciaba. Porque Truman afirmaba que sufría mucho cuando
escribía, incrementándose esta sensación con A sangre fría. El
incidente también lo relata en una de sus cartas al fotógrafo Cecil
Beaton apostillando: es un país precioso. Editado por el autor de su más
completa biografía (reeditada recientemente por Ediciones B), Gerald
Clark, se publica próximamente en España correspondencia completa de
Capote, titulada Un placer fugaz . Bajo los auspicios de la
Lumen, podemos realizar un paseo íntimo por la vida del escritor en
cuatro etapas y con un título inmejorablemente descriptivo: 1924-1948.
Los años exuberantes: un Merlín en Alabama y un Puck en Nueva York;
1949-1959. Los años de aventura: recorriendo el mundo; 1959-1966. Cuatro
asesinatos y un baile en blanco y negro; 1966-1984. Plegarias:
atendidas y desatendidas. Los asesinatos de una familia de acomodados
campesinos, los Clutter, en Holcomb (Kansas) en noviembre de 1959
marcaron, a pesar de la distancia, la vida del, por entonces,
neoyorquino Truman. Se desplazó al pueblo a recoger información con su
amiga de Monroeville, Nell Harper Lee, que por entonces había terminado
su primera y última novela, Matar a un ruiseñor (reeditada este
año, para satisfacción de los lectores, por Byblos). Con ella obtendría
el Premio Pulitzer en 1961. Sería llevada al cine un año después con
Gregory Peck, obteniendo dos Oscars. La idea inicial de un artículo
breve para The New Yorker , pronto quedó relegada por el cariz
que tomaban los datos tomados en el condado de Finney. La psicosis
colectiva de un pueblo hasta la fecha tranquilo y, sobre todo, la
captura de los asesinos y la especial relación que comenzó a mantener
Truman con uno de ellos, Perry Smith, hicieron que el tema tomara una
dimensión trascendental. La vida de Perry y la del propio Truman tenían
importantes similitudes. Su baja estatura, los diferentes hogares en la
infancia, la ausencia del cariño paterno y las vejaciones infantiles.
Los dos habían tenido una madre alcohólica. Nina, la de Truman, se había
suicidado con una sobredosis de Seconal en 1954 por miedo a la pérdida
de su situación social tras un descenso en sus ingresos. Mientras que la
de Perry, una india cherokee llamada Flo, se había ahogado en su propio
vómito. Tras la condena a muerte el 29 de marzo de 1960, Nell y Truman
dejaron el Hotel Warren, su hogar durante meses, y volvieron a sus
casas. Habían gastado meses de sus vidas y ocho mil dólares en una
experiencia que cambiaría sus vidas. Entusiasmado con las posibilidades
literarias que en sus manos podían tener cuatro asesinatos en un pueblo
perdido de Kansas e intuyendo la concentración que ordenar la ingente
cantidad de información que habían recavado, se alejó de las fiestas
neoyorquinas. Como había hecho en otras ocasiones, buscó su refugio en
Europa. Una vez más, Truman y Jack tomaron el Queen Mary , ya que
viajaban con animales de compañía que no se permitían en el avión.
Desembarcaron en Le Havre a finales de abril de 1960. Con un coche
alquilado rebosante de maletas y animales, cruzaron la frontera y
llegaron a España. Eligieron como lugar de retiro para escribir el
libro, Truman pensaba que le llevaría un año, el por entonces tranquilo
pueblo pesquero de Palamós. Iluminado como antaño por las luces del
Mediterráneo, se imbuyó en el mar de notas que se había traído de
Holcomb (cuatro mil páginas mecanografiadas) y se centró en la ardua
tarea de poner por escrito aquella tragedia digna de Eurípides. Pero el
drama atendía a un devenir propio. Las ejecuciones se aplazaron en
varias ocasiones y la novela «primera» de no ficción debía de esperar a
la finalización de los hechos. Para no perderse ninguna noticia e
incluso ampliar los datos que poseía, mantuvo una intensa
correspondencia con los amigos que había dejado en la metodista Garden
City, la capital del condado de Finney. La estancia en Kansas fue uno de
los acontecimientos más importantes en la vida de Truman, cambiando su
vida en muchos aspectos, la mayoría negativos.
Pesadillas
Obsesionado por el incidente, en las tranquilas noches en la Costa
Brava, eran recurrentes las pesadillas sobre los hechos acaecidos dos
años antes a miles de kilómetros. Continuaría con estas pesadillas
durante toda su vida, sobre todo después de asistir a las ejecuciones.
La obsesión por el asesinato, los asesinos y la espera de
acontecimientos le sumergieron para siempre en una espiral de alcohol y
drogas.
Como era su costumbre, trabajaba por la mañana y se divertía por la
tarde. Fueron varios los amigos que se trasladaron en yate o por tierra a
visitar a Truman en su retiro español, lo que molestaba enormemente a
Jack, hombre solitario y de pocas palabras. Cecil Beaton llegó en mayo y
le siguieron otros como el matrimonio Guinness, Gloria y Loel, o Noël
Coward. Sólo salió de Palamós en junio para volar a Londres a visitar a
un psiquiatra que le ayudase a penetrar en la cabeza de los asesinos. En
junio cambiaron de residencia. Se trasladaron a una más espaciosa, con
playa particular, un gran jardín y un chalé anexo. Contratando para el
servicio a una cocinera, dos criadas y un jardinero. En octubre había
escrito una cuarta parte de la obra, y dado que a Jack le encantaba
esquiar, cogieron el coche y se trasladaron al pequeño pueblo suizo de
Verbier. donde Patrick, el hijo de Loel Guinness, les había alquilado un
pequeño apartamento. Dado que no podían utilizar el apartamento hasta
Navidad, pasaron tres semanas en Munich, donde murió Bunky, el bulldog
de Truman, que había vivido con ellos desde el rodaje en Italia de La burla del diablo
en 1954, causándoles un gran dolor. Pero no sería la única pérdida en
esos años, ya que posteriormente falleció Nelly, un terrierkerry que
tenían desde 1950. Tras una estancia en Londres para la adaptación
cinematográfica de Otra vuelta de tuerca , titulada The Innocents
(Suspense, protagonizada por Deborah Kerr y Michael Redgrave),
volvieron a Verbier en febrero e 1961 y se compraron una casa con lo
ganado en la adaptación. Durante su estancia en Europa, pasaron la
primavera y el verano en Palamós, y el otoño y el invierno en Verbier.
Alterando esta rutina en enero de 1961, cuando Truman viajó a EE.UU.
para entrevistarse con la hermana de Perry. Al llegar el segundo verano
en Palamós decidieron cambiar y viajaron a Córcega. Pero el lugar les
disgustó y volvieron a su antigua residencia catalana. Aquel verano de
1962, les visitó a mediados de julio Lee Radziwill, la hermana de Jackie
Kennedy, gran amiga de Truman. A ella le siguió uno de los cisnes que
Truman tanto adoraba, Babe Paley, con su marido Hill, y tras ellos
Gloria Vanderbilt. En noviembre viajó a Londres para un almuerzo con la
reina madre, de lo que alardearía durante toda la vida. A pesar de todo,
Truman había trabajado más que nunca, levantándose a las tres o las
cuatro de la mañana, y las tres cuartas partes de A sangre fría
estaban terminadas a principios de 1963. Ahora sólo cabía esperar a las
ejecuciones, y decidieron volver a Nueva York, a los bajos de la antigua
casa de Brooklyn Heights. Truman había pasado parte de los
transcendentales años de redacción de su más afamada novela en las
costas españolas.
Testigo de la ejecución
La ansiosa espera por la publicación de A sangre fría
concluyó el 14 de abril de 1965, cuando Truman asistió al ahorcamiento
de los asesinos. Tras aparecer inicialmente por entregas entregas en The New Yorker,
fue publicado finalmente en forma de libro en 1966. Haciendo a Truman
rico y famoso hasta cotas insospechadas, pero a un alto precio. La
novela fue llevada al cine en dos ocasiones en vida del autor y el 24 de
febrero se ha estrenado una nueva versión dirigida por Bennett Miller.
La interpretación de Philip Seymour Hoffman en el papel de Truman ha
sido, con razón, ampliamente elogiada. La particular voz y los gestos
del actor rememoran en algunos momentos al escritor. La relación de
Capote con el cine fue intensa, pero de desigual fortuna. Obras suyas
fueron llevadas al cine, la televisión y el teatro. Realizó también
adaptaciones de obras y guiones. Realizó el guión de La sonrisa del diablo
de John Huston con Bogart y el rodaje en Ravello (Italia) se convirtió
en un gran jolgorio al que acudieron Orson Welles e Ingrid Bergman,
entre otros. Humphrey solía llamarle Truman Caposy, por su
amaneramiento, ya que posy significa ramo de flores. Se hizo acompañar
durante toda su estancia de una urraca que le había regalado una
sirvienta en Sicilia y que llamaba Lola. La adaptación de Desayuno en Tiffany
s fue la que mejor suerte corrió. Truman siempre quiso que el personaje
de Holly Golightly (que quería ir prácticamente a todas partes, sobre
todo a Madrid), inspirado en muchos aspectos en su madre, lo
representase su amiga Marilyn Monroe, con quien sin duda también
guardaba ciertas similitudes. Pero al final recayó en la inolvidable
Audrey Hepburn. La presencia española la puso Luis de Vilallonga en el
papel del broncíneo José Ibarra-Jagear. Su deseo de notoriedad social,
las fiestas en el Morocco y el Studio 54, o el apoteósico baile de
blanco y negro en el Plaza, junto a sus excesos ensombrecieron en
muchas ocasiones su labor literaria. Pero, hasta que el alcohol y las
drogas no lo echaron a perder definitivamente, muchas de sus anécdotas
de convirtieron en textos desenfadados que se devoran en una lectura
ágil, plagada de carcajadas y de personajes famosos. La huida de Los
Ángeles gracias a la cantante Pearl Bailey, disfrazado entre su t rouppe
con un pantalón a lo Tony Manero y una camiseta que rezaba «Chupa,
coño, no soples»; el oculto talento musical de Errol Flynn, que a Truman
no sorprendió: Francamente, si no hubiera sido Errol Flynn, no creo que
lo hubiese recordado; el «famoso» corredor de bolsa, de sesenta y cinco
años, con gruesas gafas y gelatinoso como una medusa que hizo hervir a
Marilyn Monroe¿ Podemos ver en estas anécdotas a ese espabilado niño
sureño que describe su amiga Nell Harper Lee en Matar a un ruiseñor.
Contaba historias increíbles mezclando realidad y ficción, a partes
desiguales, para abrir la boca a todos sus amigos y conseguir ser el
centro de atención. También nos confirma el hecho de que Capote no fue
un intelectual sino un vividor y hábil conversador, que supo extraer de
sus vivencias y las de otros material literario que, en principio,
podrían parecer chismes de portera. Con la publicación de Côte Basque, un relato en el que destapaba las intimidades de sus amigos de jet , Truman descubrió que para ellos sólo era un entretenimiento. Lejos del glamour de antaño, ahora el Côte Basque
es solamente un buen restaurante en la Calle 55 de Maniatan que tiene a
honra estar enfrente de la elegante tienda de Manolo Blahnik. No fueron
las incontables fiestas a las que asistió, ni los litros de whisky con
tranquilizantes que tomó, ni su abierta homosexualidad, ni sus afamados
amigos, los que han hecho a Truman Capote inolvidable. Ya ha habido
otros más borrachos que duermen el dilatado sueño de la eternidad junto a
Ozymandias. Fueron esas historias plasmadas en la más ágil de las
prosas las que han hecho que perdure. Y los únicos depositarios de esa
preciada herencia son sus lectores.
Publicado el 26/02/2006
http://www.diariodeleon.es/noticias/revista/truman-capote-espana_242532.html